Borges y su opinión sobre varios autores

Borges

No he tenido suficiente de las opiniones de Borges, sus 7 noches no han hecho más que despertar mi curiosidad por el pensamiento de este sabio sobre otras cosas. Diría Facundo Cabral que la inteligencia de Borges era en gran medida su memoria, una inteligencia pasiva mas no de acción, pero cuánto agradecemos esa memoria, la cual nos puede dar deleite de las obras y personajes que rodearon a este escritor a lo largo de su vida haciéndonos partícipes de sus gustos y disgustos, un verdadero guía literario. La mayoría de citas que expondré las podemos encontrar maravillosamente recopiladas junto a otras opiniones de Borges en el libro Borges ante el Espejo, obra de Jorge Mejía Prieto y Justo R. Molachino, mismo que podemos conseguir en el siguiente link.

Borges sobre Cervantes

Ahora me acuerdo de una cosa que decía Macedonio Fernández y que yo quiero suscribir totalmente; decía que los españoles y los hispanoamericanos deberíamos llamarnos «la familia de Cervantes». Sería difícil unirnos todos diciendo «la familia de Quevedo«, a pesar de su grandeza de literato. En cambio, si decimos «la familia de Cervantes» no creo que encontremos ningún opositor.  Cervantes es uno de los pocos escritores españoles que puedo imaginarme. Sé, más o menos, lo que sería una charla con él. Sé, por ejemplo, cómo pediría disculpas por alguna de las cosas que ha escrito, cómo no se tomaría a sí mismo demasiado en serio. Estoy seguro de ello, como lo estaría en los casos de Samuel Butler o Wells; por ello una de las razones por las que Cervantes me atrae, es que no sólo pienso en él como escritor, uno de los más grandes novelistas, sino también como hombre. Y como dice Whitman: «Camarada, esto no es un libro, quien toca esto toca un hombre».

Borges sobre la Literatura Española

La Literatura española… Trataré de decirlo cortésmente: empieza espléndidamente con los Romances, que son realmente lindísimos. Luego vienen escritores admirables, como Fray Luis de León, que para mí sigue siendo el mejor poeta castellano. Y San Juan de la Cruz. Y así llegamos al Quijote, que creo que es un libro realmente inagotable, sobre todo la segunda parte. Pero después ocurre algo que ya se nota en dos hombres de genio, como lo son Quevedo y Góngora: todo se torna rígido. Uno tiene la impresión de que ya no hay caras, sino máscaras. La culminación de este fenómeno se da en Baltasar Gracián, donde no se siente ninguna pasión ni sensibilidad. Es un mero juego de formas, como el cubismo o la literatura de Joyce... Luego tenemos el siglo XVIII, muy pobre. Y el movimiento romántico, donde España sirve para inspirar a todo el mundo, menos a los españoles. Sólamente queda Bécquer: una réplica débil del primer Heine… Luego de este panorama general, ocurre un hecho que creo que no se debe ocultar: cuando todo se renueva, sobre todo por influencia de Francia (la obra de Hugo, de Verlaine, de Poe -Poe también nos llegaba de Francia, porque entonces Francia era la forma para que se pudieran comunicar dos países americanos-), esa renovación se hace desde este lado del Atlántico y no desde España. Si usted piensa en Rubén Darío, en Freire, en Lugones: son poetas no inferiores y ciertamente anteriores a los Machado y a Juan Ramón Jiménez.

Borges habla de Cortázar

Prólogo a «Cartas de mamá»
Hacia 1947 yo era secretario de redacción de una revista casi secreta que dirigía la señora Sarah de Ortiz Basualdo. Una tarde, nos visitó un muchacho muy alto con un previsible manuscrito. No recuerdo su cara; la ceguera es cómplice del olvido. Me dijo que traía un cuento fantástico y solicitó mi opinión. Le pedí que volviera a los diez días. Antes del plazo señalado, volvió. Le dije que tenía dos noticias. Una, que el manuscrito estaba en la imprenta; otra, que lo ilustraría mi hermana Norah, a quien le había gustado mucho. El cuento, ahora justamente famoso, era el que se titula «Casa Tomada». Años después, en París, Julio Cortázar me recordó ese antiguo episodio y me confió que era la primera vez que veía un texto suyo en letras de molde. Esa circunstancia me honra. Muy poco sé de las letras contemporáneas. Creo que podemos conocer el pasado, siquiera de un modo simbólico, y que podemos imaginar el futuro, según el temor o la fe; en el presente hay demasiadas cosas para que nos sea dado descifrarlas. El porvenir sabrá lo que hoy no sabemos y cursará las páginas que merecen ser releídas. Schopenhauer aconsejaba que, para no exponernos al azar; sólo leyéramos los libros que ya hubieran cumplido cien años. No siempre he sido fiel a ese cauteloso dictamen; he leído con singular agrado Las armas secretas de Julio Cortázar y sus cuentos, como aquel que publiqué en la década del cuarenta, me han parecido magníficos. «Cartas de mamá», el primero del volumen, me ha impresionado hondamente. Una historia fantástica, según Wells, debe admitir un solo hecho fantástico para que la imaginación del lector la acepte fácilmente. Esta prudencia corresponde al escéptico siglo diecinueve, no al tiempo que soñó las cosmogonías o el Libro de las Mil y Una Noches. En «Cartas de Mamá» lo trivial, lo necesariamente trivial, está en el título, en el proceder de los personajes y en la mención continua de marcas de cigarrillos o de estaciones del subterráneo. El prodigio requiere esos pormenores. Otro rasgo quiero indicar. Lo sobrenatural, en este admirable relato, no se declara, se insinúa, lo cual le da más fuerza, como en el «Izur» de Lugones. Queda la posibilidad de que todo sea una alucinación de la culpa. Alguien que parecía inofensivo vuelve atrozmente. Julio Cortázar ha sido condenado, o aprobado, por sus opiniones políticas. Fuera de la ética, entiendo que las opiniones de un hombre suelen ser superficiales y efímeras.
Buenos Aires, 1984

Borges sobre Cortázar II

Tuve el honor de ser el primer editor argentino de Cortàzar. Se presentò un muchacho en la redacciòn de la revista LOS ANALES de Buenos Aires. Traìa un manuscrito y le dije que volviera a los diez dìas. Volviò a la semana y yo le dije «Tengo noticias para darle: su cuento està en la imprenta y mi hermana Norah se los ilustrarà». Ese texto se llamaba «La casa tomada», uno de sus mejores cuentos. De la obra posterior de Cortàzar, he leìdo algo. Pero no me atraen esos juegos de la incomodidad, contar un cuento empezando por el medio, etcètera. Todo eso es una imitaciòn de Faulkner. Y si es incòmodo en el mismo Faulkner, que era un hombre genial, imagìnese.

Borges sobre Charles Chaplin

Charles Chaplin es uno de los dioses más seguros de la mitología de nuestro tiempo. Como cineasta, una porquería. Sólo La Quimera del Oro (The Gold Rush, 1925) era un lindo film porque estaba defendido de la fealdad por el paisaje de Alaska, con gigantes vestidos de pieles sobre un fondo de nieve. En las demás películas está rodeado de tachos de basura o de escenas lujosas igualmente horribles. Además siempre fue muy vanidoso. Trabajó rodeado de mascotas, no de buenos actores. Siempre quiso ocupar el centro de la escena. Sólo a él hay que tenerle lástima. Es un personaje sentimental, los otros no existen. El cine ha progresado y Chaplin ha permanecido tan malo como al principio. Sus fotografías son igualmente espantosas. En cambio, Buster Keaton era un caballero.

Borges sobre Gabriel García Márquez

Leí Cien Años de Soledad. Me gustó el comienzo. Cuando digo leí significa que alguien lo leyó para mí. Soy viejo. Tengo 81 años y pocos amigos, la mayoría ya se fue. Pero estos pocos me ayudan, pasan conmigo algunas horas leyéndome lo que hallan interesante. Confío en ellos. Fue el caso de García Márquez, un excelente comienzo. Para el resto, sinceramente, no tengo tiempo. Prefiero mis clásicos, prefiero a Montaigne, Dante y los poetas latinos. Especialmente a Virgilio, con su mundo mágico.

Borges sobre Kipling y Hemingway

Kipling es un formidable escritor. Nunca he ocultado mi debilidad por él, mi admiración hacia toda su obra. Ernest Hemingway, cierta vez, disparatadamente, se comparó con Kipling, a quien consideraba su maestro. Fue medio compadre y terminó matándose porque se dio cuenta de que no era un gran escritor. Esto lo salva en parte.

A su vez Garcia Marquez dice que la diferencia entre Borges y Hemingway era que el primero era mal novelista y se daba cuenta y Hemingway no.

Borges sobre Goethe

[Conferencias sobre Goethe, 1949]: En cuanto a la elección de Goethe –aunque en su país hay escritores mayores: Schopenhauer, Nietzsche, Heine- es acertadísima por razones que ya se verán. Goethe se ocupó se muchos temas; como filósofo defrauda un poco: cuando Schopenhauer trató de explicarle el idealismo, nada consiguió. Goethe confiesa que intentó la lectura de Kant pero que después de pocas páginas de la Crítica de la razón pura comprendió que el libro, aunque admirable, no lo mejoraba y dejó de leer. De Spinoza, “ese hombre excelente” que tanto influyó en él, sólo pudo leer, desordenadamente, algunas páginas; lo comprendió, trató de comprender el pensamiento de Spinoza, casi de ser Spinoza, y se conformó con eso. En botánica estudió las plantas fanerógamas; en cuanto a las criptógamas, tan parecidas entre sí y tan numerosas, él, como admirador de las formas claras, llegó a mirarlas con verdadera aversión. Creía que bastaba estudiar el proceso que ocurría en una planta, imaginarlo bien, imaginarlo casi como lo había imaginado Dios al crearla; así conocería uno todas las plantas. Quería estudiar la Naturaleza, pero los experimentos le repugnaban; eran como las preguntas intencionadas de un interrogatorio. Por eso desdeñaba a Newton y a sus discípulos. Había investigado la luz por medio de experimentos, de hendijas, de prismas, y ¡hasta en un cuarto oscuro! No era extraordinario que hubieran llegado a resultados tan absurdos como descomponer la luz en los colores del espectro solar. Había colores más claros y colores más oscuros: el celeste más claro que el azul; el rosado, que el rojo. La luz es más clara que todos los colores y sería absurdo encontrarlos en ella; equivaldría a encontrar oscuridad en la luz. Llevó a las letras la idea de que bastaba imaginar algo perfectamente para conocerlo. Muy joven, escribió Shakespeare und kein EndeShakespeare infinitamente, un vehemente elogio, aunque sólo conocía unas pocas piezas del autor. Cuando hizo representar, años después, Hamlet o Macbeth introdujo cambios en los textos. Creía que, en el arte, la imitación de la Naturaleza era errónea: siempre se descubrían deficiencias. No hizo literatura realista o naturalista; no examinó censos sobre lo que hacía, por ejemplo, un criminal en la noche del asesinato; trataba de imaginarse en las situaciones.

En sus novelas, los personajes alemanes llevan nombres italianos. En el teatro impuso a los actores reglas severísimas: no debían mirarse entre ellos al hablar; sólo debían mirar al público; siempre debían estar de frente al público (un perfil, con un solo ojo, una sola oreja, media nariz y media boca era algo monstruoso). Los actores no debían representar sino recitar. Imponía detenciones, por medio de centinelas, a quienes no observaban estas reglas. Cuando el príncipe de Weimar quiso ver en el teatro un perro amaestrado, Goethe señaló un letrero que decía “No se admiten perros”. El príncipe insistió y Goethe abandonó la dirección del teatro. No buscaba el énfasis, sino la exactitud. “Si llovizna –decía- no agregaré truenos.” Hay admirables metáforas para el poniente; él escribió “la hora en que las cosas cercanas se alejan”: no será muy prodigioso pero es muy justo. Cuando viejo fue a Italia –aunque trataba de comprender a todos los pueblos no viajaba; viajar le parecía una suerte de experimento- y se enamoró de una muchacha joven, a la que ayudó pecuniariamente; además, para congraciarse con ella, conversaba largamente con la madre. Todo esto, son adornos, sin mejorar su papel, es el asunto de las Elegías romanas, un bellísimo poema. Conoció a los poetas persas a través de malas traducciones alemanas; los comprendió; advirtió que lo esencial en ellos era la intemporalidad; escribió el Diván de Oriente y Occidente, escribió poemas chinos, poemas persas y poemas árabes. No le molestó parecer un imitador; fue algo más: fue un poeta chino, un poeta persa, un poeta árabe. Trató de imaginar lo que esos hombres lejanos habían sentido, trató de ser ellos. Por eso puede decirse que, como San Pablo, fue todo para todos los hombres. No era un apasionado ni un fanático. Las guerras napoleónicas fueron, en Alemania, guerras por la independencia nacional, que despertaron mucho fervor patriótico: Goethe no tuvo inconveniente en entrevistarse con Napoleón. Por esto, para un pueblo fanático como es el alemán, la elección de Goethe como autor nacional es acertadísima.

Borges sobre diversos escritores

Verne era un jornalero laborioso y risueño que escribió para adolescentes.

José Ortega y Gasset: Su buen pensamiento queda obstruido por laboriosas y adventicias metáforas. Ortega pueda razonar, bien o mal, pero no imaginar. Debió contratar como amanuense a un buen hombre de letras, un negro, para que escribiera sus libros.

Miguel de Unamuno: una serie presunción de genialidad. Único sentidor español de la metafísica y por eso y por otras inteligencias, gran escritor.

Dicen que he influido en Julio Cortázar. No seamos tan pesimistas. Sus cuentos, que no he leído, han de ser mejores que los míos.

Creo que Sarmiento es el real escritor argentino. Creo que se ha elegido mal al poner al Martín Fierro como libro ejemplar. Si hubiéramos elegido al Facundo de Sarmiento, donde está planteado el dilema Civilización o Barbarie, hubiera sido mejor para el país y nuestra historia hubiera sido otra.

Marcelino Menéndez y Pelayo: las páginas que escribió son evidentes a fuera de redundancia y límpidas de puro sabidas y consabidas.

Si tuviera que elegir entre la literatura inglesa o la literatura rusa, entre Dickens o Dostoievski, elegiría a Dickens.

Me dicen que en Italia los libros de Sábato se venden con una faja que dice: «Sábato, el rival de Borges.» Es extraño, pues los míos no llevan una que dice: «Borges, el rival de Sábato.» Él es un escritor respetable cuyas obras pueden estar en manos de todos sin ningún peligro.

Intenté leer cosas de Freud, pero pensé que era un charlatán o un loco, en cierto aspecto. Al fin y al cabo, el mundo es demasiado complejo para ser llevado a un esquema absoluto tan simple. Mientras que en Jung se nota una mente más amplia y hospitalaria.

Shakespeare es —digámolo así— el menos inglés de los escritores ingleses. Lo típico de Inglaterra es el understatement, el decir un poco menos de las cosas. En cambio, Shakespeare tendía a la hipérbole en la metáfora, y no nos sorprendería nada que Shakespeare hubiera sido italiano o judío, por ejemplo.

Siento gran simpatía por Schopenhauer y por otros muchos escritores, pero en el caso de Nietzsche, siento que hay algo duro en él -y no diré fatuo-, quiero decir que como persona no tiene la menor modestia.

Paul Valéry: el héroe de la lucidez que organiza. Un hombre que, en un siglo que adora los caóticos de la sangre, la tierra, y la pasión, prefirió siempre los lúcidos placeres del pensamiento y las secretas aventuras del orden.

Hernan Melville y Edgar Allan Poe son grandes escritores secretos convertidos en tradiciones de América por las conspiraciones de la vasta población, las altas ciudades, la errónea y clamorosa publicidad.

Mi autor favorito es George Bernard Shaw. Entiendo que la diferencia entre él y otros ilustres escritores de nuestro tiempo es que él es, acaso, el único que tiene sentido de lo heroico. Otros, como William Faulkner, al que admiro mucho, parecen haberse especializado en situaciones innobles y ambientes demoniacos.


5 comentarios on “Borges y su opinión sobre varios autores”

  1. […] Borges y su opinión sobre varios autores. […]

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  2. Ricardo da Mata dice:

    Borges não é NADA comparado a Hemingway.

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