Borges y su opinión sobre varios autores

Borges

No he tenido suficiente de las opiniones de Borges, sus 7 noches no han hecho más que despertar mi curiosidad por el pensamiento de este sabio sobre otras cosas. Diría Facundo Cabral que la inteligencia de Borges era en gran medida su memoria, una inteligencia pasiva mas no de acción, pero cuánto agradecemos esa memoria, la cual nos puede dar deleite de las obras y personajes que rodearon a este escritor a lo largo de su vida haciéndonos partícipes de sus gustos y disgustos, un verdadero guía literario. La mayoría de citas que expondré las podemos encontrar maravillosamente recopiladas junto a otras opiniones de Borges en el libro Borges ante el Espejo, obra de Jorge Mejía Prieto y Justo R. Molachino, mismo que podemos conseguir en el siguiente link.

Borges sobre Cervantes

Ahora me acuerdo de una cosa que decía Macedonio Fernández y que yo quiero suscribir totalmente; decía que los españoles y los hispanoamericanos deberíamos llamarnos «la familia de Cervantes». Sería difícil unirnos todos diciendo «la familia de Quevedo«, a pesar de su grandeza de literato. En cambio, si decimos «la familia de Cervantes» no creo que encontremos ningún opositor.  Cervantes es uno de los pocos escritores españoles que puedo imaginarme. Sé, más o menos, lo que sería una charla con él. Sé, por ejemplo, cómo pediría disculpas por alguna de las cosas que ha escrito, cómo no se tomaría a sí mismo demasiado en serio. Estoy seguro de ello, como lo estaría en los casos de Samuel Butler o Wells; por ello una de las razones por las que Cervantes me atrae, es que no sólo pienso en él como escritor, uno de los más grandes novelistas, sino también como hombre. Y como dice Whitman: «Camarada, esto no es un libro, quien toca esto toca un hombre».

Borges sobre la Literatura Española

La Literatura española… Trataré de decirlo cortésmente: empieza espléndidamente con los Romances, que son realmente lindísimos. Luego vienen escritores admirables, como Fray Luis de León, que para mí sigue siendo el mejor poeta castellano. Y San Juan de la Cruz. Y así llegamos al Quijote, que creo que es un libro realmente inagotable, sobre todo la segunda parte. Pero después ocurre algo que ya se nota en dos hombres de genio, como lo son Quevedo y Góngora: todo se torna rígido. Uno tiene la impresión de que ya no hay caras, sino máscaras. La culminación de este fenómeno se da en Baltasar Gracián, donde no se siente ninguna pasión ni sensibilidad. Es un mero juego de formas, como el cubismo o la literatura de Joyce... Luego tenemos el siglo XVIII, muy pobre. Y el movimiento romántico, donde España sirve para inspirar a todo el mundo, menos a los españoles. Sólamente queda Bécquer: una réplica débil del primer Heine… Luego de este panorama general, ocurre un hecho que creo que no se debe ocultar: cuando todo se renueva, sobre todo por influencia de Francia (la obra de Hugo, de Verlaine, de Poe -Poe también nos llegaba de Francia, porque entonces Francia era la forma para que se pudieran comunicar dos países americanos-), esa renovación se hace desde este lado del Atlántico y no desde España. Si usted piensa en Rubén Darío, en Freire, en Lugones: son poetas no inferiores y ciertamente anteriores a los Machado y a Juan Ramón Jiménez.

Borges habla de Cortázar

Prólogo a «Cartas de mamá»
Hacia 1947 yo era secretario de redacción de una revista casi secreta que dirigía la señora Sarah de Ortiz Basualdo. Una tarde, nos visitó un muchacho muy alto con un previsible manuscrito. No recuerdo su cara; la ceguera es cómplice del olvido. Me dijo que traía un cuento fantástico y solicitó mi opinión. Le pedí que volviera a los diez días. Antes del plazo señalado, volvió. Le dije que tenía dos noticias. Una, que el manuscrito estaba en la imprenta; otra, que lo ilustraría mi hermana Norah, a quien le había gustado mucho. El cuento, ahora justamente famoso, era el que se titula «Casa Tomada». Años después, en París, Julio Cortázar me recordó ese antiguo episodio y me confió que era la primera vez que veía un texto suyo en letras de molde. Esa circunstancia me honra. Muy poco sé de las letras contemporáneas. Creo que podemos conocer el pasado, siquiera de un modo simbólico, y que podemos imaginar el futuro, según el temor o la fe; en el presente hay demasiadas cosas para que nos sea dado descifrarlas. El porvenir sabrá lo que hoy no sabemos y cursará las páginas que merecen ser releídas. Schopenhauer aconsejaba que, para no exponernos al azar; sólo leyéramos los libros que ya hubieran cumplido cien años. No siempre he sido fiel a ese cauteloso dictamen; he leído con singular agrado Las armas secretas de Julio Cortázar y sus cuentos, como aquel que publiqué en la década del cuarenta, me han parecido magníficos. «Cartas de mamá», el primero del volumen, me ha impresionado hondamente. Una historia fantástica, según Wells, debe admitir un solo hecho fantástico para que la imaginación del lector la acepte fácilmente. Esta prudencia corresponde al escéptico siglo diecinueve, no al tiempo que soñó las cosmogonías o el Libro de las Mil y Una Noches. En «Cartas de Mamá» lo trivial, lo necesariamente trivial, está en el título, en el proceder de los personajes y en la mención continua de marcas de cigarrillos o de estaciones del subterráneo. El prodigio requiere esos pormenores. Otro rasgo quiero indicar. Lo sobrenatural, en este admirable relato, no se declara, se insinúa, lo cual le da más fuerza, como en el «Izur» de Lugones. Queda la posibilidad de que todo sea una alucinación de la culpa. Alguien que parecía inofensivo vuelve atrozmente. Julio Cortázar ha sido condenado, o aprobado, por sus opiniones políticas. Fuera de la ética, entiendo que las opiniones de un hombre suelen ser superficiales y efímeras.
Buenos Aires, 1984

Borges sobre Cortázar II

Tuve el honor de ser el primer editor argentino de Cortàzar. Se presentò un muchacho en la redacciòn de la revista LOS ANALES de Buenos Aires. Traìa un manuscrito y le dije que volviera a los diez dìas. Volviò a la semana y yo le dije «Tengo noticias para darle: su cuento està en la imprenta y mi hermana Norah se los ilustrarà». Ese texto se llamaba «La casa tomada», uno de sus mejores cuentos. De la obra posterior de Cortàzar, he leìdo algo. Pero no me atraen esos juegos de la incomodidad, contar un cuento empezando por el medio, etcètera. Todo eso es una imitaciòn de Faulkner. Y si es incòmodo en el mismo Faulkner, que era un hombre genial, imagìnese.

Borges sobre Charles Chaplin

Charles Chaplin es uno de los dioses más seguros de la mitología de nuestro tiempo. Como cineasta, una porquería. Sólo La Quimera del Oro (The Gold Rush, 1925) era un lindo film porque estaba defendido de la fealdad por el paisaje de Alaska, con gigantes vestidos de pieles sobre un fondo de nieve. En las demás películas está rodeado de tachos de basura o de escenas lujosas igualmente horribles. Además siempre fue muy vanidoso. Trabajó rodeado de mascotas, no de buenos actores. Siempre quiso ocupar el centro de la escena. Sólo a él hay que tenerle lástima. Es un personaje sentimental, los otros no existen. El cine ha progresado y Chaplin ha permanecido tan malo como al principio. Sus fotografías son igualmente espantosas. En cambio, Buster Keaton era un caballero.

Borges sobre Gabriel García Márquez

Leí Cien Años de Soledad. Me gustó el comienzo. Cuando digo leí significa que alguien lo leyó para mí. Soy viejo. Tengo 81 años y pocos amigos, la mayoría ya se fue. Pero estos pocos me ayudan, pasan conmigo algunas horas leyéndome lo que hallan interesante. Confío en ellos. Fue el caso de García Márquez, un excelente comienzo. Para el resto, sinceramente, no tengo tiempo. Prefiero mis clásicos, prefiero a Montaigne, Dante y los poetas latinos. Especialmente a Virgilio, con su mundo mágico.

Borges sobre Kipling y Hemingway

Kipling es un formidable escritor. Nunca he ocultado mi debilidad por él, mi admiración hacia toda su obra. Ernest Hemingway, cierta vez, disparatadamente, se comparó con Kipling, a quien consideraba su maestro. Fue medio compadre y terminó matándose porque se dio cuenta de que no era un gran escritor. Esto lo salva en parte.

A su vez Garcia Marquez dice que la diferencia entre Borges y Hemingway era que el primero era mal novelista y se daba cuenta y Hemingway no.

Borges sobre Goethe

[Conferencias sobre Goethe, 1949]: En cuanto a la elección de Goethe –aunque en su país hay escritores mayores: Schopenhauer, Nietzsche, Heine- es acertadísima por razones que ya se verán. Goethe se ocupó se muchos temas; como filósofo defrauda un poco: cuando Schopenhauer trató de explicarle el idealismo, nada consiguió. Goethe confiesa que intentó la lectura de Kant pero que después de pocas páginas de la Crítica de la razón pura comprendió que el libro, aunque admirable, no lo mejoraba y dejó de leer. De Spinoza, “ese hombre excelente” que tanto influyó en él, sólo pudo leer, desordenadamente, algunas páginas; lo comprendió, trató de comprender el pensamiento de Spinoza, casi de ser Spinoza, y se conformó con eso. En botánica estudió las plantas fanerógamas; en cuanto a las criptógamas, tan parecidas entre sí y tan numerosas, él, como admirador de las formas claras, llegó a mirarlas con verdadera aversión. Creía que bastaba estudiar el proceso que ocurría en una planta, imaginarlo bien, imaginarlo casi como lo había imaginado Dios al crearla; así conocería uno todas las plantas. Quería estudiar la Naturaleza, pero los experimentos le repugnaban; eran como las preguntas intencionadas de un interrogatorio. Por eso desdeñaba a Newton y a sus discípulos. Había investigado la luz por medio de experimentos, de hendijas, de prismas, y ¡hasta en un cuarto oscuro! No era extraordinario que hubieran llegado a resultados tan absurdos como descomponer la luz en los colores del espectro solar. Había colores más claros y colores más oscuros: el celeste más claro que el azul; el rosado, que el rojo. La luz es más clara que todos los colores y sería absurdo encontrarlos en ella; equivaldría a encontrar oscuridad en la luz. Llevó a las letras la idea de que bastaba imaginar algo perfectamente para conocerlo. Muy joven, escribió Shakespeare und kein EndeShakespeare infinitamente, un vehemente elogio, aunque sólo conocía unas pocas piezas del autor. Cuando hizo representar, años después, Hamlet o Macbeth introdujo cambios en los textos. Creía que, en el arte, la imitación de la Naturaleza era errónea: siempre se descubrían deficiencias. No hizo literatura realista o naturalista; no examinó censos sobre lo que hacía, por ejemplo, un criminal en la noche del asesinato; trataba de imaginarse en las situaciones.

En sus novelas, los personajes alemanes llevan nombres italianos. En el teatro impuso a los actores reglas severísimas: no debían mirarse entre ellos al hablar; sólo debían mirar al público; siempre debían estar de frente al público (un perfil, con un solo ojo, una sola oreja, media nariz y media boca era algo monstruoso). Los actores no debían representar sino recitar. Imponía detenciones, por medio de centinelas, a quienes no observaban estas reglas. Cuando el príncipe de Weimar quiso ver en el teatro un perro amaestrado, Goethe señaló un letrero que decía “No se admiten perros”. El príncipe insistió y Goethe abandonó la dirección del teatro. No buscaba el énfasis, sino la exactitud. “Si llovizna –decía- no agregaré truenos.” Hay admirables metáforas para el poniente; él escribió “la hora en que las cosas cercanas se alejan”: no será muy prodigioso pero es muy justo. Cuando viejo fue a Italia –aunque trataba de comprender a todos los pueblos no viajaba; viajar le parecía una suerte de experimento- y se enamoró de una muchacha joven, a la que ayudó pecuniariamente; además, para congraciarse con ella, conversaba largamente con la madre. Todo esto, son adornos, sin mejorar su papel, es el asunto de las Elegías romanas, un bellísimo poema. Conoció a los poetas persas a través de malas traducciones alemanas; los comprendió; advirtió que lo esencial en ellos era la intemporalidad; escribió el Diván de Oriente y Occidente, escribió poemas chinos, poemas persas y poemas árabes. No le molestó parecer un imitador; fue algo más: fue un poeta chino, un poeta persa, un poeta árabe. Trató de imaginar lo que esos hombres lejanos habían sentido, trató de ser ellos. Por eso puede decirse que, como San Pablo, fue todo para todos los hombres. No era un apasionado ni un fanático. Las guerras napoleónicas fueron, en Alemania, guerras por la independencia nacional, que despertaron mucho fervor patriótico: Goethe no tuvo inconveniente en entrevistarse con Napoleón. Por esto, para un pueblo fanático como es el alemán, la elección de Goethe como autor nacional es acertadísima.

Borges sobre diversos escritores

Verne era un jornalero laborioso y risueño que escribió para adolescentes.

José Ortega y Gasset: Su buen pensamiento queda obstruido por laboriosas y adventicias metáforas. Ortega pueda razonar, bien o mal, pero no imaginar. Debió contratar como amanuense a un buen hombre de letras, un negro, para que escribiera sus libros.

Miguel de Unamuno: una serie presunción de genialidad. Único sentidor español de la metafísica y por eso y por otras inteligencias, gran escritor.

Dicen que he influido en Julio Cortázar. No seamos tan pesimistas. Sus cuentos, que no he leído, han de ser mejores que los míos.

Creo que Sarmiento es el real escritor argentino. Creo que se ha elegido mal al poner al Martín Fierro como libro ejemplar. Si hubiéramos elegido al Facundo de Sarmiento, donde está planteado el dilema Civilización o Barbarie, hubiera sido mejor para el país y nuestra historia hubiera sido otra.

Marcelino Menéndez y Pelayo: las páginas que escribió son evidentes a fuera de redundancia y límpidas de puro sabidas y consabidas.

Si tuviera que elegir entre la literatura inglesa o la literatura rusa, entre Dickens o Dostoievski, elegiría a Dickens.

Me dicen que en Italia los libros de Sábato se venden con una faja que dice: «Sábato, el rival de Borges.» Es extraño, pues los míos no llevan una que dice: «Borges, el rival de Sábato.» Él es un escritor respetable cuyas obras pueden estar en manos de todos sin ningún peligro.

Intenté leer cosas de Freud, pero pensé que era un charlatán o un loco, en cierto aspecto. Al fin y al cabo, el mundo es demasiado complejo para ser llevado a un esquema absoluto tan simple. Mientras que en Jung se nota una mente más amplia y hospitalaria.

Shakespeare es —digámolo así— el menos inglés de los escritores ingleses. Lo típico de Inglaterra es el understatement, el decir un poco menos de las cosas. En cambio, Shakespeare tendía a la hipérbole en la metáfora, y no nos sorprendería nada que Shakespeare hubiera sido italiano o judío, por ejemplo.

Siento gran simpatía por Schopenhauer y por otros muchos escritores, pero en el caso de Nietzsche, siento que hay algo duro en él -y no diré fatuo-, quiero decir que como persona no tiene la menor modestia.

Paul Valéry: el héroe de la lucidez que organiza. Un hombre que, en un siglo que adora los caóticos de la sangre, la tierra, y la pasión, prefirió siempre los lúcidos placeres del pensamiento y las secretas aventuras del orden.

Hernan Melville y Edgar Allan Poe son grandes escritores secretos convertidos en tradiciones de América por las conspiraciones de la vasta población, las altas ciudades, la errónea y clamorosa publicidad.

Mi autor favorito es George Bernard Shaw. Entiendo que la diferencia entre él y otros ilustres escritores de nuestro tiempo es que él es, acaso, el único que tiene sentido de lo heroico. Otros, como William Faulkner, al que admiro mucho, parecen haberse especializado en situaciones innobles y ambientes demoniacos.


Visita al Diablo Mundo IX: Los Gatos en la Literatura

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Qué es lo que tienen los gatos que los hace tan mesmerizantes, fascinantes, y seductores, capaces de doblegarnos y cautivarnos por completo con su belleza y perfección, al punto de considerarlos el ser definitivo de la creación o evolución. Como he dicho muchas veces: Podría contemplarlos por horas y horas sin cansarme intentando comprender y asimilar su perfección. Mark Twain decía que el cruce de humanos con gatos sin duda mejoraría la especie humana, pero empeoraría a los gatos. Han despertado tal pasión a lo largo de la historia que la humanidad ha llegado a considerarlos dioses. Han sido fuente de inspiración para sinnúmero de poetas, escritores, pintores, músicos, diversos artistas y humanos en general.

Hoy visitaremos, precisamente, a algunos de aquellos poetas apasionados por los felinos y que les han dedicado parte de su obra.

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Empezaremos por el protagonista de este post,  T.S. Eliot, -quien tuvo varios gatos llamados George Pushdragon, Noilly Prat, Pattipaws o Pettipaws, Tantomile y Wiscus- y su serie de poemas a los gatos compilados en El libro de los gatos habilidosos del viejo Possum (Old Possum’s Book of Practical Cats). Publicado en 1939, se ha vuelto uno de los grandes clásicos literarios para los amantes gatunos. En sus poemas Eliot, inspirado en la poesía ‘sin sentido’ de Edward Lear y Lewis Carroll, describe situaciones como el procedimiento de cómo ponerle nombre a un gato, hasta gatos en situaciones humanas vistas desde un punto satírico y jocoso. Como dato curioso estos poemas inspiraron el famoso musical de Broadway CATS.

THE NAMING OF CATS

The Naming of Cats is a difficult matter,
It isn’t just one of your holiday games;
You may think at first I’m as mad as a hatter
When I tell you, a cat must have THREE DIFFERENT NAMES.
First of all, there’s the name that the family use daily,
Such as Peter, Augustus, Alonzo or James,
Such as Victor or Jonathan, George or Bill Bailey –
All of them sensible everyday names.
There are fancier names if you think they sound sweeter,
Some for the gentlemen, some for the dames:
Such as Plato, Admetus, Electra, Demeter –
But all of them sensible everyday names.
But I tell you, a cat needs a name that’s particular,
A name that’s peculiar, and more dignified,
Else how can he keep up his tail perpendicular,
Or spread out his whiskers, or cherish his pride?
Of names of this kind, I can give you a quorum,
Such as Munkustrap, Quaxo, or Coricopat,
Such as Bombalurina, or else Jellylorum –
Names that never belong to more than one cat.
But above and beyond there’s still one name left over,
And that is the name that you never will guess;
The name that no human research can discover –
But THE CAT HIMSELF KNOWS, and will never confess.
When you notice a cat in profound meditation,
The reason, I tell you, is always the same:
His mind is engaged in a rapt contemplation
Of the thought, of the thought, of the thought of his name:
His ineffable effable
Effanineffable
Deep and inscrutable singular Name.

Edward Gorey cats

Lamentablemente traducirlos al español sería prácticamente un crimen, para lograr entender el alcance humorístico de Eliot hay que leer sus poemas en el idioma original. He intentado encontrar la versión de 1982, que estaba ilustrada por el gran Edward Gorey, pero encontrarla completa ha sido imposible, he puesto algunas de sus ilustraciones aquí para que vean la hermosa combinación que se dio entre Gorey y Eliot. Espero poder encontrar esta versión en un futuro y los invito a buscarla también. Mientras tanto la dejo aquí, solo y todos los poemas, para ser bajados en pdf:

Old Possum’s Book of Practical Cats [PDF]

 

Edward Gorey, T. S. Eliot

Como «bonus track» les dejo un documento con poemas dedicados a nuestros amigos felinos, entre los autores encontraremos a Baudelaire, Pessoa, Neruda, Lope de Vega, Borges, García Lorca, entre otros: Poesía al Gato (click aquí)

El gato

Ven, bello gato, a mi amoroso pecho;
Retén las uñas de tu pata,
Y deja que me hunda en tus ojos hermosos
Mezcla de ágata y metal.

Mientras mis dedos peinan suavemente
Tu cabeza y tu lomo elástico,
Mientras mi mano de placer se embriaga
Al palpar tu cuerpo eléctrico,

A mi señora creo ver. Su mirada
Como la tuya, amable bestia,
Profunda y fría, hiere cual dardo,

Y, de los pies a la cabeza,
Un sutil aire, un peligroso aroma,
Bogan en torno a su tostado cuerpo.

Charles Baudelaire

Borges and cat

A un Gato

No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.

Jorge Luis Borges 

 

Borges tenía un gato llamado Pepo, al que luego bautizó Beppo en honor a uno de los gatos de Lord Byron, y le dedicó este poema:

Beppo

El gato blanco y célibe se mira
en la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancura
y esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la casa son su propia imagen.
¿Quién le dirá que el otro que lo observa
es apenas un sueño del espejo?
Me digo que esos gatos armoniosos
el de cristal y el de caliente sangre,
son simulacros que concede el tiempo
un arquetipo eterno. Así lo afirma,
sombra también, Plotino en las Ennéadas.
¿De qué Adán anterior al paraíso,
de qué divinidad indescifrable
somos los hombres un espejo roto?

 

borges-and-beppo

Gato

El gato, ante su plato, hace rato
que sueña: al parecer,
devora en leche y en escabeche
ratones a placer;
mas es posible que, tigre libre,
vaya vagando, cuando,
erguido y furtivo, oye un rugido:
van riñendo y bramando
sus enjutos y ajados congéneres,
guardando en su guarida
del Este, para fiesta de bestias,
gente gorda y mullida.
El enorme león grandullón,
cimitarra afilada
en la garra, y sangrientos e hirientes
dientes en la quijada;
el leopardo pardo, aquel que apresa
por sorpresa, veloz,
cayendo en vuelo del cielo al suelo,
fugaz, voraz, feroz,
allí junto al gemir de la jungla
—ahora juegan lejos,
fieros animalejos,
y él, manso y sin reflejos:
el gato, ante su plato, hace rato
que vive holgada vida.
Pero jamás olvida.

J. R. R. Tolkien ; Cuentos desde El Reino Peligroso.

 

H.P. Lovecraft and his cat

 

El pequeño Sam Perkins
(Escrito a la memoria de un gatito)

El antiguo jardín nocturno
parece soportar una pena profunda,
como si el peso de una sombra silente
se cerniera en el aire
La hierba se inclina con oculto pesar,
incapáz de olvidar todavía,
recordando desde ayer,
aquellas zarpitas que la agitaron.

H.P. Lovecraft

 

Y, y, y, por qué no, ya que no lo veo incluido allí, terminemos con un poema de Charles Bukowski, otro amante de los gatos que tenía la siguiente teoría:

“Es bueno tener un montón de gatos alrededor. Si uno se siente mal, mira a los gatos y se siente mejor, porque ellos saben que las cosas son como son. No hay por qué entusiasmarse y ellos lo saben. Por eso son salvadores. Cuantos más gatos uno tenga, más tiempo vivirá. Si tienes cien gatos, vivirás diez veces más que si tienes diez. Algún día esto será descubierto: la gente tendrá mil gatos y vivirá para siempre. Realmente es ridículo”. ( De una entrevista que le hizo Sean Penn)

charles-bukowski-with-cat

Mis Gatos [Charles Bukowski]

Lo sé. lo sé.

son limitados, tienen diferentes
necesidades y
preocupaciones.
 
pero los miro y aprendo de ellos.
me gusta lo pequeños que son,
lo cual es

mucho.

se quejan pero jamás
se preocupan.
caminan con sorprendente dignidad.
duermen con una directa simplicidad que
los humanos no pueden
entender.

sus ojos son más
bellos que nuestros ojos.
y pueden dormir 20 horas

al día

sin
dudas ni
remordimientos.

cuando me siento
triste
todo lo que tengo que hacer es
mirar a mis gatos
y mi
valor

regresa.
 
estudio a estas
criaturas.
 
son mis
maestros.
Ernest Hemingway
Aunque Ernest Hemingway es conocido por su actitud dura de solitario, y deseaba la destrucción definitiva de Alemania y la esterilización de su población (pronto aquí aquella historia), su amor por los gatos rescataba su lado más sensible, aquél que comandaba su personalidad en su juventud. Se dice que Hemingway vivía rodeado de gatos, cosa que podemos asegurar gracias a las fotos que se guardan de aquella era. ‘Cuenta la leyenda que un capitán de navío le regaló a Hemingway un gato de seis dedos llamado Snowball. El felino sufría una alteración genética conocida como polidactilia que transmitió a sus descendientes. Ernest llenó Key West de gatos de seis dedos que aún pasean por la residencia.’ (José María Gatti)
Pero un día una tragedia sucedió, uno de los amados gatos de Hemingway, llamado Uncle Willie, fue atropellado por un auto. Luego del accidente y luego de la fatal decisión que decidió tomar, le escribió una descorazonada letra a Gianfranco Ivancich, uno de sus amigos más cercanos:
Querido Gianfranco:
Justo cuando estaba terminando de escribirte, y me disponía a poner la carta en el sobre, Mary bajó de la Torre y dijo: «Algo terrible le ha sucedido a Willie» Salí y encontré Willie con sus dos patas derechas rotas: una en la cadera, la otra por debajo de la rodilla. Un coche lo debe haber arrollado o alguien lo golpeó con un palo. Había recorrido todo el camino a casa con las dos patas a un lado. Era una fractura múltiple con mucha suciedad y tierra en la herida, con fragmentos sobresalientes. Pero él ronroneó y parecía seguro de que podría arreglarlo.
Pedí a René conseguir un tazón de leche para él y René lo abrazó y le acarició, Willie estaba bebiendo la leche mientras yo le disparé en la cabeza. No creo que haya sufrido porque sus nervios estaban totalmente destrozados, lo que explica por qué sus piernas no habían empezado a doler de verdad. Monstruo quiso dispararle por mí, pero yo no podía delegar la responsabilidad o dejar que Will se diera cuenta que alguien lo estaba matando…
He tenido que disparar gente, pero nunca nadie que conocí y amé por once años. Tampoco a nadie que ronroneaba con dos piernas rotas.
Ernest Hemingway cats
Cerramos con unos pequeños y grandes cuentos dedicados a los gatos:
No sin antes recomendarles esta página, todo sobre Gatos & Escritores– Ahora vamos con Julio Cortázar y su cuento dedicado a su gato Teodoro W. Adorno:
Julio Cortázar y su gato

 Julio Cortázar – La entrada en religión de Teodoro W. Adorno

/ escrito casi nada sobre gatos, cosa más bien rara
porque gato y yo somos como los gusanitos del Yin y el Yang interenroscándose (eso es el Tao) y no se me escapa que cada gato en español es amo de las tres letras del Tao, con la g a manera del agujerito que dejan en los ponchos las mujeres de los indios navajos para que no se les quede el alma prisionera en el tejido; pero ya Kipling mostró que el gato walks by himself y no hay Tao ni prosa mágica que lo retenga más allá de sus horas y sus ánimos / W. Adorno no anduvo muchas veces por las páginas de Saignon, hay que explicar que su Yin y mi Yang (o al revés, según las lunas y las hierbas) se fueron amistando y entrelazando sin el menor contrato, sin eso de que te regalan un
gatito y vos le das la leche y entonces el animal desenvuelve reflejos condicionados, arma su territorio y duerme en tus rodillas y te caza los ratones, el triste pacto de las viejas con sus gatos, de las gatas con sus viejos. Nada de eso, mi mujer y yo vimos llegar a Teodoro por el sendero que aja al ranchito y era un gato sucio y canalla, negro debajo de la ceniza polvorienta que mal le tapaba las mataduras, porque Teodoro con otros diez gatos de Saignon vivía del vaciadero de basuras como cirujas de la quema, y
cada esqueleto de arenque era Austerlitz, los Campos Cataláunicos o Cancha
Rayada, pedazos de orejas arrancadas, colas sangrantes, la vida de un gato
libre. Ahora que este animal era más inteligente, se vio en seguida cuando nos
maulló desde la entrada, sin dejar que nos acercáramos pero dando a entender
que si le poníamos leche en una aceptable no cat’s land condescendería
a bebérsela. Nosotros cumplimos y él entendió que no éramos despreciables;
salvamos por mutuo acuerdo tácito la zona neutralizada, sin tanta Cruz Roja y
Naciones Unidas, una puerta quedó entornada con dignidad para no ofender
orgullos, y un rato después la mancha negra empezó a dibujar su espiral
cautelosa sobre las baldosas rojas del living, buscó una alfombrita cerca de la
chimenea, y yo que leía a Paco Urondo escuché por ahí el primer mensaje de la
alianza, un ronroneo confianzudo, entrega de cola estirada y sueño entre
amigos. A los dos días me dejó que lo cepillara, a la semana le curé las
mataduras con azufre y aceite; todo ese verano vino de mañana y de noche, jamás
aceptó quedarse a dormir en casa, qué te creés, y nosotros no insistimos porque
pronto nos volveríamos a París y no podíamos llevarlo con nosotros, los gitanos
y los traductores internacionales no tienen gatos, un gato es territorio fijo,
límite armonioso; un gato no viaja, su órbita es lenta y pequeña, va de una
mata a una silla, de un zaguán a un cantero de pensamientos; su dibujo es
pausado como el de Matisse, gato de la pintura, jamás Jackson Pollock o Appell
/ día que nos fuimos, sentimiento de culpabilidad inevitable: ¿y si se había
ablandado, si tanta leche y fideos y arrumacos lo dejaban en desventaja frente
a los duros de la quema, los machazos de orejas recortadas y costumbres de
tropas de asalto? Nos miró irnos, sentado en la parecita de piedra, limpio y
brillante, comprendiendo, aceptando. Ese invierno pensé tantas veces en él, lo
di por muerto, hablábamos de Teodoro con la voz de la elegía. Vino el verano,
vino Saignon, cuando fui a vaciar por primera vez la basura vi de nuevo el salto
vertiginoso de ocho gatos al mismo tiempo, barcinos y blancos y negros pero no
Teodoro, su corbatita blanca inconfundible en tanto azabache. Previsiones
confirmadas, selección natural, ley del más fuerte, pobre animalito. A los
cinco o seis días, cenando en la cocina, lo vimos sentado detrás del vidrio de
la ventana, fantasma lunar y Mizoguchi. Su boca dibujó un maullido que el
vidrio volvía cine mudo; a mí se me mojaron los ojos como a un imbécil, abrí la
ventana y le tendí prudentemente la mano, sabiendo lo que ocho meses de
ausencia liman y destruyen en una relación. Se dejó tomar en brazos, sucio y
enfermo, aunque ya en el suelo se vio que estaba huraño y distante, que
reclamaba su comida como un mero derecho; se fue casi en seguida con esa manera
suya de acercarse a la puerta y maullar como si le estuvieran aplastando el
alma. A la mañana siguiente ya jugaba por ahí, manso y alegre, pronto al
cepillo y al azufre. Al otro año fue lo mismo pero entonces tardó casi un mes
en reaparecer, castigándonos, haciéndonos sentir su muerte, remordiéndonos;
pero vino, más flaco y enfermo que nunca, y ése fue el tercero y último año de
la vida pagana y alegre de Teodoro W. Adorno, la época en que lo fotografié y
escribí sobre él y volví a curarlo de algo que parecía una indigestión de
pelos, aparte de que Teodoro se enamoró y eso lo tenía completamente estúpido,
se paseaba por la casa con la cabeza en alto y gimiendo, por la tarde cruzaba
el jardín como en un trance, flotando entre los tréboles, y una vez que lo seguí
discretamente lo vi descender el sendero que llevaba a una de las granjas del
valle y perderse en un atajo, gimiendo y llorando, Teodoro Werther, arrasado de
amor por alguna gata de escabroso acceso. ¿Qué destino tuvo ese idilio entre la
lavanda de Vaucluse? El de Juan de Mañara, no el de Werther: lo comprendí este
año, después de dos meses de Saignon con la ausencia irrefutable de Teodoro.
¿Muerto, esta vez sin duda decididamente muerto, la garganta abierta por alguno
de los taitas del vaciadero, pobrecito Teodoro tan débil y enamorado y esas
cosas? / once y media es la mejor hora para comprar el pan y de paso despachar
las cartas y vaciar la basura; subí el sendero sin pensar en nada, como casi
siempre en el momento de las revelaciones (a estudiar una vez más cómo toda
distracción profunda entreabre ciertas puertas, y cómo hay que distraerse si no
se es capaz de concentrarse) / por expreso y ésta por avión, allez, au
revoir monsieur Serre, un pan redondo y caliente, charla con monsieur
Blanc, cambio de nociones meteorológicas con madame Amourdedieu, de golpe la
manchita de sombra bajo el derroche amarillo del mediodía, la puerta de
mademoiselle Sophie, la mancha de sombra ovillada delante de la puerta, no
puede ser, cómo va a ser, qué diablos va a ser, de día todos los gatos son
negros y además cómo es posible que el gran pagano esté tomando el sol delante
de la puerta de mademoiselle Sophie pequeñita y jibosa y señorita y sacristana
de Saignon, con anteojos y sombrero y una boca perdida entre una nariz que baja
y un mentón que sube, Teodoro, Teodoro! Le pasé al lado y no me miró, dije
despacito: Teodoro, Teodoro chat, y no me miró, Juan de Mañara
había entrado en religión, vi el platito de leche y el hueso de una costilla
tan frágil como las de mademoiselle Sophie, las raciones de una vida minúscula
de ratoncito de iglesia con olor a jabón barato y a cirios, Teodoro convertido,
bautizado, ignorándome, preparándose para la vida eterna, convencido de tener
un alma, quizá de nochedurmiendo en la casa, la última de las
humillaciones, la penitencia final, yo pecador él que jamás aceptaba una puerta
cerrada y ahora las rodillas puntuadas de mademoiselle Sophie, las carpetitas
bordadas, las oraciones y los ronroneos al mismo tiempo, la vida cristiana en
una aldea provenzal. ¿Y el Tao, y los amores, y esa manera de jugar con las
pelotas de papel que hacíamos con los suplementos dominicales de La
Nación? / vuelto a ver dos o tres veces y nunca me reconociste y está bien
porque tampoco yo te reclamaré, con qué derecho podría, vos el más libre de los
gatos paganos y el más prisionero de los gatos católicos, tendido delante de la
puerta de tu sacristana como un perro que la defiende. Ah Teodoro, qué bonito
era verte bajar por el sendero, la cola al aire, gimiendo por tu gatita entre
la lavanda, qué dulce era encontrarte otra vez cada año, el día en que se te
antojaba, la noche de luna que elegías displicente para saltar a la ventana y
quedarte unas horas con nosotros antes de volver a tu libertad que como tantos
de nosotros has cambiado por una jubilación de gato, por el cielo que te tienen
prometido.

Julio Cortázar

Cortázar y Teodoro W. Adorno

 

Osvaldo Soriano y los Gatos 

Otro gran escritor argentino que compartía nuestra afición por los gatos era Osvaldo Soriano, eterno defensor y amante de los gatos, los veía como sus grandes compañeros a la hora de escribir. Les dejo este link que los guiará a uno de los mejores textos sobre gatos jamás escritos, un texto con frases memorables como:
  • ‘Un escritor sin gato es como un ciego sin lazarillo’,
  • ‘Viví con una chica alérgica a los gatos y al poco tiempo nos separamos’,
  • ‘…hay gatos en todas mis novelas. Soy uno de ellos, perezoso y distante’.
  • ‘Todos los escritores con corazón se han ganado un gato que los sigue y los protege. Tal vez el de Gibbins, cercado por el fuego, le haya pedido auxilio en nombre de los gatos inspiradores: el del Dante, el de Baudelaire, el de Lewis Carrol, el de Borges…’
  • ‘Poe, Lovecraft y Matheson asociaron los gatos al horror.’
  • ‘Walt Disney detestaba a los gatos. Recién en 1970 se decidió a crear un personaje que, por supuesto, no le dejó éxito ni plata. Disney era uno de esos tipos que nunca se hacen querer por los gatos.’
  • ‘Yo no tengo biografía. Me la van a inventar los gatos que vendrán cuando yo esté, muy orondo, sentado en el redondel de la luna.’

soriano_gato

Y más:

Edgar Allan Poe – El Gato negro

Rudyard Kipling – El gato que caminaba solo

Spencer Holst – El Idioma de los gatos

Ernest Hemingway – El gato bajo la lluvia

H. P. Lovecraft – The Cats of Ulthar

 

Edward Gorey cats